Desde los primeros años de vida de Jesús, María sufrió dolores y ansiedades propios de la maternidad. Por la profecía de Simeón, María supo que una espada le atravesaría el alma. Poco después, la Sagrada Familia tuvo que huir a Egipto para salvar a Jesús del Rey Herodes (Mt 2,13-23). Cuando Jesús tenía 12 años, María y San José sufrieron el dolor de perderlo durante tres días en el Templo. Desde el inicio de la Misión pública de Jesús, la oposición que tuvo su Hijo, según cuentan los Evangelios, debe de haberla hecho sufrir tremendamente. El culmen de todo esto fue la Cruz.
El título de “Nuestra Señora de los Dolores”, entonces, hace honor a las pruebas que enfrentó la Madre del Siervo Sufriente (Isaías 52,13-53,12), y por eso, esta fiesta se celebra inmediatamente después de la Exaltación de la Santa Cruz.
Como todas las fiestas litúrgicas, esta celebración da gloria a Dios por la obra salvífica que realizó sobre una de Sus creaturas, en este caso, Su creatura más perfecta, María.
Para María, su unión materna de corazón y de alma con su Hijo por la que vivió tanto gozos como sufrimientos, está consumada de manera perfecta en el Cielo. Sin embargo, la unión y el amor maternos de María se extienden todavía hoy en la Tierra a nosotros. En cuanto Madre de Cristo, María es también Madre del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia, y nosotros, los miembros de su Hijo como personas (cf Apocalipsis 12,17).
San Luis de Montfort afirmó: “Ni todo el amor de todas las madres alcanzaría a equiparar el amor del corazón de María por sus hijos”. Esto significa que ella hoy también sufre por nosotros, y que podemos recurrir a ella, como se busca a la madre biológica, tanto en las alegrías como en los sufrimientos.
“Así como ella soportó [los sufrimientos], con entereza, con fortaleza, con lágrimas: no con falso sentimiento sino con el corazón destrozado por el dolor.” - Papa Francisco
Dios nunca dejó a su pueblo desprovisto de profetas, individuos como el anciano Simeón cuya profecía que involucraba a María se relata en el Evangelio de Lucas (Lc 2,25-35):
Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz;
porque han visto mis ojos tu salvación,
la que has preparado a la vista de todos los pueblos,
luz para iluminar a los gentiles
y gloria de tu pueblo Israel.»Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre:
«Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel,
y para ser señal de contradicción
-¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!-
a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»
Simeón le dijo a la Santísima Madre que una espada le atravesaría el alma (Lc 2,35). Esto señala los dolores que María iba a sufrir por acompañar la misión redentora de su Hijo.
¿Cuáles son los siete dolores que atravesaron el corazón de María?
- La profecía de Simeón (Lucas 2,25-35)
- La huida a Egipto (Mateo 2,13-15)
- Jesús se pierde durante tres días (Lucas 2,41-50)
- María encuentra a Jesús en el camino al Calvario (Lucas 23,27-31; Juan 19,17)
- Crucifixión y Muerte de Jesús (Juan 19,25-30)
- El cuerpo de Jesús es bajado de la Cruz (Sal 130; Lucas 23,50-54; Juan 19,31-37)
- La sepultura de Jesús (Isaías 53,8; Lucas 23,50-56; Juan 19,38-42; Marcos 15,40-47)
“Esta pobre Madre tuvo que ver cómo arrebataban injustamente a su Hijo, tan amable y tan amado, de sus brazos en la plenitud de Su vida y lo sometían a una muerte bárbara… El inmenso tormento que vivió María por nosotros –más doloroso que mil muertes- merece nuestra compasión y nuestra gratitud.” - San Alfonso de Ligorio
Conocida como el Rosario Servita o Rosario de los Siete Dolores, esta coronilla incluye siete grupos de siete cuentas separados por siete medallas que representan los siete dolores de María. En el año 1239, la Orden de los Siervos de la Santísima Virgen María, o servitas, decidieron dedicarse a los dolores de María, meditando especialmente esos siete dolores –siete es un número que indica plenitud-. Los servitas promovieron esta devoción particularmente en el siglo XIV durante la peste negra.
Durante el genocidio de Ruanda, en la década de 1980, Nuestra Señora de Kibeho, en una aparición reconocida por la Iglesia a tres muchachas adolescentes, recomendó fervientemente que se rezara la Coronilla de los Siete Dolores. Esta práctica puede servirnos de modelo para tiempos de pruebas personales o corporales.
Paso 1 – (opcional) Rezar el Acto de Contrición.
Paso 2 – Rezar un Padrenuestro y siete Avemarías en cada uno de los siete Dolores de María.
Paso 3 – Rezar tres Avemarías en honor de las lágrimas que derramó la Santísima Madre. Rezar un Padrenuestro, Avemaría y Gloria por las intenciones del Santo Padre. Por último, rezar “Virgen Dolorosa, ruega por nosotros” tres veces.
San Alfonso de Ligorio escribió en su libro Las glorias de María sobre cuatro bendiciones que daría el Señor:
- “Quienes invoquen a la divina madre por sus dolores, merecerán obtener el arrepentimiento de todos sus pecados antes de su muerte.”
- “Que Él los protegerá en sus tribulaciones, particularmente en la hora de la muerte.”
- “Que Él imprimirá en ellos la memoria de Su pasión y por eso serán recompensados en el cielo.”
- “Que Él encomendará a esos devotos servidores a las manos de María, para que ella haga con ellos lo que le plazca y obtenga para ellos las gracias que ella desee.”
Además de muchas parroquias en todo el mundo, esta devoción es patrona de las naciones de Eslovaquia, Hungría, Polonia, Malta y Misisipi (en los EE.UU).
Se le da ese título por el grandísimo respeto que se le tiene como Madre de nuestro Señor y como mujer singular (Lucas 1,48).
Mater Dolorosa, Nuestra Señora de los Siete Dolores, Madre Dolorosa y Madre de los Dolores.