La Iglesia enseña que la Santísima Madre fue redimida por Su Hijo, al igual que sucede con nosotros, pero en el caso de ella, de manera anticipada por los méritos de la Palabra hecha carne. Al igual que Eva antes que ella, María no estuvo sujeta a la caída y por ende, al príncipe de este mundo. Sin embargo, a diferencia de Eva, María nunca renunciaría a esa libertad que la gracia de Dios le dio.
¿Cuál es la diferencia entre la Inmaculada Concepción y el nacimiento virginal?
La Inmaculada Concepción refiere a que Nuestra Señora fue preservada de la culpa del pecado original desde el momento de su concepción. El nacimiento virginal hace alusión a que Jesús fue concebido y nació no de la carne sino del Espíritu Santo.
Nos lo enseña la Iglesia. En el Catecismo de la Iglesia Católica se afirma:
Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante". El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de gracia". En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios.
A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María "llena de gracia" por Dios había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX: «... la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano.
“No debe creerse que Él, el Hijo de Dios, nacería de una Virgen y tomaría su carne, de tener ella la más mínima mancha de pecado original.” - San Bernardino de Siena
María, Madre de Dios, es la Inmaculada Concepción. Esto se debe a que fue elegido por Dios y de Él recibió la gracia de ser preservada del pecado original.
El Papa San Juan Pablo II dijo:
“El hombre mira la apariencia exterior, el Señor mira el corazón” (1 Sm 16,7). Y el corazón de María estaba completamente dispuesto a cumplir la voluntad divina. Es por eso que la Santísima Virgen es el modelo de la anticipación y la esperanza… En su corazón no hay sombra de egoísmo: ella no desea otra cosa para ella que la gloria de Dios y la salvación del hombre. Para ella, el privilegio mismo de ser preservada del pecado original no es un motivo de vanidad sino de total servicio a la misión redentora de su Hijo.
En los números 492 y 493, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña:
Esta "resplandeciente santidad del todo singular" de la que ella fue "enriquecida desde el primer instante de su concepción", le viene toda entera de Cristo: ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo". El Padre la ha "bendecido [...] con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo" más que a ninguna otra persona creada. Él la ha "elegido en él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor".
Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "la Toda Santa" (Panaghia), la celebran "como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo". Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida
“María era inmaculada, y ajena a toda mancha de pecado.” - San Efrén el sirio
Se llama Solemnidad a las fiestas más importantes en la Iglesia Católica. De las solemnidades, algunas de ellas son días de precepto, lo que significa que es obligatorio asistir a Misa.
¿Por qué hay días de precepto?
Los días de precepto son los días de las celebraciones litúrgicas más importantes del año, que conmemoran los sucesos y misterios más fundamentales de la historia de la salvación. En esos días, la Iglesia pide a los católicos que se congreguen para dar gracias a Dios en la celebración de la Sagrada Eucaristía, ya que es este el mayor acto de adoración y agradecimiento que podemos ofrecer a Dios.
Hay diez días de precepto en toda la Iglesia. La Conferencia Episcopal de cada país puede solicitar excepciones para su país.
- La solemnidad de Santa María Madre de Dios, el 1 de enero
- La Epifanía (Día de Reyes), el 6 de enero
- San José, el 19 de marzo
- La Ascensión de Jesús al cielo, el jueves de la 6ª semana de Pascua
- Corpus Christi, el jueves después de la octava de Pentecostés
- San Pedro y san Pablo, el 29 de junio
- La Asunción de Nuestra Señora, el 15 de agosto
- Todos los Santos, el 1 de noviembre
- La Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre
- La Navidad, el 25 de diciembre
La patrona de los Estados Unidos es Nuestra Señora bajo la advocación de la Inmaculada Concepción.
¿En qué se vinculan la Inmaculada Concepción, Lourdes y Santa Bernardita?
En el año 1858, cuatro años después de que el Papa Pio IX proclamara el dogma de la Inmaculada Concepción, la Virgen se apareció dieciocho veces a una jovencita de 14 años, Bernardita Soubirous, en Lourdes, Francia. En una de esas apariciones, el 25 de marzo, fiesta de la Anunciación y la Encarnación, la Virgen reveló su nombre, presentándose como "Que soy era Immaculada Counceptiou”, que en el dialecto local significa “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
La Hermosa historia de los sucesos se narra en el filme clásico La canción de Bernadette, basada en un libro escrito en 1941 por el escritor judío Franz Werfel, refugiado de los nazis en Lourdes por cinco semanas, que prometió contar la historia de Bernardita si lograba escapar a América.
El dogma no se encuentra en las Sagradas Escrituras en sentido literal. Pero la Iglesia ha llegado a la esa verdad a partir de muchos textos que hablan de ella y el papel que tiene en la salvación.
En el libro del Génesis 3,15, inmediatamente después del pecado de Adán, Dos revela Su plan de salvación y dice que se realizará por la fidelidad de un hombre y una mujer, así como nuestra caída se dio por la infidelidad de un hombre y una mujer.
“Enemistad pondré entre ti [Satanás] y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.”
El linaje de Satanás es el pecado; entonces, la Mujer y Su Linaje no tendrán pecado, en contraposición absoluta con Satanás y su linaje. Vemos, así, en el primer anuncio del plan de salvación de Dios que Él tiene la intención de preservar a María del pecado para que Jesús pueda asumir una naturaleza humana pura.
El Nuevo Testamento también nos revela la verdad de ese papel. En el Evangelio de Juan, el Apóstol relata dos ocasiones importantes cuando el Señor llama a Su madre “Mujer”, relacionándola con la Mujer del pasaje de Génesis 3,15. La primera es al comienzo de Su ministerio, en Juan 2,4; y luego nuevamente en la consumación en la Cruz, Juan 19,26… el momento del aparente triunfo de Satanás. También Juan, en el libro del Apocalipsis (capítulo 12), se refiere a la “Mujer vestida de sol” que da a luz al Niño destinado a gobernar el mundo.
En Lucas 1,28, hay otra confirmación en el pasaje del anuncio del ángel a María, a quien se refiere como la “llena de gracia” (“íntegra de gracia”). Y también de boca de Isabel, en Lucas 1,41-44, cuando saluda a su prima María.
“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.”
Muy desde sus principios, reconociendo el paralelismo ente la caída y la redención, la Iglesia comenzó a referirse a María como la Nueva Eva y a ir desglosando, a través de los siglos, todas las implicancias de ese papel de gracia que comenzó a plasmarse desde su preservación del pecado de Adán por su Inmaculada Concepción.
La mayor parte de la oración se encuentran en el Evangelio de Lucas 1,28:
“Alégrate, llena de gracias, el Señor está contigo.”
Y en el versículo 42 de ese mismo capítulo del Evangelio de San Lucas, se lee:
“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno.”
El Papa San Juan Pablo II lo explicó de esta manera:
Salve, llena de gracia. ¿Qué significan estas palabras? El evangelista San Lucas escribe que María (Miriam), al oír estas palabras pronunciadas por el Ángel, "se turbó y discurría qué podría significar aquella salutación" (Lc 1, 29). Estas palabras expresan una elección singular. Gracia significa una plenitud particular de la creación a través de la cual el ser, que se asemeja a Dios, participa de la misma vida íntima de Dios. Gracia quiere decir el amor y el don de Dios mismo, el don totalmente libre ("dado gratuitamente") por el que Dios confía al hombre su misterio, dándole, al mismo tiempo, la capacidad de poder ser testigo del misterio, de colmar con él su ser humano, la vida, los pensamientos, la voluntad y el corazón.