La Iglesia Católica honra la Presencia de Cristo en la Santa Eucaristía con una fiesta especial que debe a Santa Juliana de Lieja, monja del siglo XIII nacida en Bélgica, que tuvo un gran amor por la Eucaristía. A los 16 años tuvo una visión de la Iglesia como una luna llena con un punto oscuro que significaba que a la Iglesia le faltaba una fiesta dedicada únicamente al Cuerpo y Sangre de Cristo. A pesar de que tuvo la misma visión varias veces, no creía que pudiera ella hacer nada para que se instituyera esa fiesta por lo que mantuvo en secreto su visión por muchos años. Una vez elegida priora de su convento, finalmente expuso a su confesor la visión y él, a su vez, lo informó al obispo. Esto, de alguna manera, inició el camino hacia la institución de la fiesta del Corpus Christi.
¿Qué significa Corpus Christi?
Las palabras latinas “Corpus Christi” se traducen como “Cuerpo de Cristo”.
La Eucaristía es la “fuente y culmen de la vida cristiana” (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 11). En la Eucaristía, Jesús mismo vuelve a presentar Su Sacrificio en el Calvario (Lc 22,19-20; 1 Cor 11,26-29) para beneficio nuestro y se nos da en la Santa Comunión (Ex 16,4; Jn 6,1-14, 48-51), y se queda con nosotros hasta el fin de los tiempos (Lc 24,13-35; Mt 28,18-20). Viene a nosotros en esta humilde forma, haciéndose vulnerable por amor a cada uno de nosotros. Sin embargo, es Dios Mismo, y por tanto el Cuerpo y la Sangre de Cristo merecen nuestro mayor respeto y amor, y también adoración.
En el himno “Tantum Ergo” de Santo Tomás de Aquino, rezamos:
Veneremos, pues, inclinados, tan grande Sacramento; y la antigua figura ceda el puesto al nuevo rito; la fe supla la incapacidad de los sentidos.
San Francisco de Asís expresó: "En este mundo, no veo al Altísimo Hijo de Dios pero sí a Su Santísimo Cuerpo y Sangre”.
“Todos los años, la fiesta de Corpus Christi nos invita a renovar el asombro y la alegría de este maravilloso regalo del Señor, que es la Eucaristía.” - Papa Francisco
Tradicionalmente, es el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad, que es el domingo siguiente a Pentecostés. Se decidió que cayera en jueves en coincidencia con el día de la semana en que se celebra la Última Cena. Muchas provincias eclesiásticas, sin embargo, lo celebran en domingo para que pueda participar más gente de la Misa. En los lugares donde se celebra en jueves, es un día de precepto y por tanto, los católicos están obligados a asistir a Misa.
Siempre que se expone la Eucaristía para la adoración de los fieles, se la coloca en un recipiente sagrado llamado “Custodia”, que sostiene la forma sagrada en un vidrio transparente que la deja ver. Hay muchas maneras de exponer el Santísimo Sacramento: sobre el altar en una iglesia, para la adoración y la oración, en devociones públicas como la bendición eucarística o en procesión pública en la fiesta de Corpus Christi u otras fechas. En países de mayoría católica esas procesiones se dan por la ciudad. Los fieles cantan y rezan en honor del Rey eucarístico. Esta práctica se inició en el siglo XIV y ha sido difundida por papas, concilios y santos como una extraordinaria manera de mostrar la suprema importancia de la Eucaristía y el amor que tenemos por el Señor.
“Míralo, medita y trata de imitarlo.” – Santa Clara of Asís
Desde la Capilla de Adoración de EWTN y desde el Convento de Tyburn del Reino Unido, puede seguirse en vivo la Adoración Eucarística.
La Santa Eucaristía es el más importante de los siete sacramentos. La Iglesia Católica enseña que en la Eucaristía, el Señor Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, estpa real, verdadera y substancialmente presente bajo las apariencias de pan y de vino; su presencia no es simbólica ni depende de la fe de los fieles. Los dos elementos materiales, pan y vino, son completamente transformados en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, permaneciendo solo sus apariencias sensibles de pan y vino. Así, mediante las palabras de la consagración dichas por el sacerdote, Jesús, sin dejar su presencia natural en el Cielo, también se hace presente sacramentalmente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en las formas consagradas.
La Eucaristía se menciona muchas veces en las Sagradas Escrituras en su sentido de “acción de gracias” (Sal 9,1; Is 12,1,4; Col 3,17; 1 Tes 5,18). Dar gracias o bendecir a Dios era el elemento esencial de la oración en el tempo, la sinagoga y la vida cotidiana de Israel. También en el Antiguo Testamento, hay muchas instancias en las cuales se anticipa la Eucaristía incluso en su forma sacramental, como en la ofrenda que hace Melquisedec de pan y vino (Gen 14,18-20), la Pascua (Ex 12,1-14), y el maná que alimentó a Israel hasta que entraron en la Tierra Prometida (Ex 16,13-17).
También Cristo dio gracias a Su Padre por Sus bienes. Esto se dio especialmente en contextos en los que Jesús anticipaba las formas de adoración según la nueva alianza. Por ejemplo, las bodas de Caná (Juan 2), donde cambia el agua en vino; los milagros en los que multiplica los panes (Mt 14,13-21; Mt 15,32-39); la multiplicación de la materia para satisfacer las necesidades de una multitud; y la explicación que Él mismo da de la Eucaristía en el discurso del Pan de Vida (Juan 6).
Finalmente, en la Última Cena, Jesús instituyó la Eucaristía, como la forma oficial de conmemorar Su Sacrificio pascual en el Calvario, y nos mandó a repetirlo hasta que Él vuelva (cf. 1 Cor 11)
“Esta es la maravillosa verdad, queridos amigos: la Palabra, que se hizo carne hace dos mil años, está presente hoy en la Eucaristía.” – San Juan Pablo II
“Yo vivo por la Eucaristía.” – Madre Angélica
Eucaristía porque es acción de gracias a Dios. Las palabras eucharistein y eulogein recuerdan las bendiciones judías que proclaman —sobre todo durante la comida— las obras de Dios: la creación, la redención y la santificación. (CIC, 1328)
¿Qué sucede cuando recibimos la Santa Comunión?
Al recibir la Santa Comunión, obedeciendo el mandato de Jesús de comer Su Carne y beber Su Sangre, nos unimos personalmente al mismo Jesús. No se trata de un Jesús místico ni espiritual, y mucho menos metafórico o simbólico. Jesús asumió nuestra naturaleza humana (cuerpo y alma) al encarnarse; Su Cuerpo fue clavado en la Cruz y Su Sangre se derramó en la hora de Su Muerte; y al tercer día Resucitó con Su Cuerpo y Alma. Y continúa dándonos salvación y gracia, inmediata y directamente a través de Su Sagrado Cuerpo y Sangre encarnados, así como nos salvó y así como lo prometió y leemos en Juan capítulo 6.
Desde los primeros días de la Iglesia, los cristianos han creído que Cristo estaba presente en la Eucaristía, pero lo creían sin una teoría o explicación. San Pablo amonestó a los corintios advirtiéndoles contra la recepción sacrílega del Cuerpo y Sangre del Señor (1 Cor 11), pero cerca del año 160, San Justino esbozó el primer intento de explicación en su Apología al Emperador Antonius Pius.
“Porque no tomamos estas cosas como pan común ni como vino común, sino que, así como Jesucristo, nuestro Salvador, hecho carne por el Verbo de Dios, tuvo carne y sangre para salvarnos, así también hemos recibido por tradición que aquel alimento sobre el cual se ha hecho la acción de gracias por la oración que contiene las palabras del mismo, y con el cual se nutren por conversión nuestra sangre y nuestras carnes, es la carne y la sangre de aquel Jesús encarnado.”
En la Edad Media, los teólogos exploraron y desarrollaron sistemáticamente la naturaleza de esta transformación; en particular, Santo Tomás de Aquino. Así, el Concilio de Trento se pronunció contra las teorías de algunos reformadores, afirmando que Cristo está real, verdadera y sustancialmente presente en la Eucaristía.
Su Presencia es real, su ser existe (“es”) y es real, no como algo ficcional o mental, no como un concepto.
Su Presencia es verdadera. La verdad refiere a una afirmación veraz de una realidad. El Santo Sacramento recibe el nombre de Cristo porque es Cristo. No es un mero símbolo; como una bandera es símbolo de una nación o una fotografía es una representación de la persona a la que retrata.
Por último, Su Presencia es sustancial. Aunque nuestros sentidos capten las apariencias o propiedades del pan y del vino, la sustancia es Cristo, que está plenamente presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, bajo las formas de cada uno de los elementos y en cada partícula de los mismos.
En el siglo VIII, un sacerdote basilio celebraba Misa en Lanciano, Italia, cuando dudó de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Al momento de decir las palabras de la consagración, la Eucaristía se transformó delante de sus ojos: la Hostia se volvió Carne y el Vino consagrado, Sangre, que más tarde se coaguló en cinco glóbulos.
Entre los años 70 y los 80, varios científicos analizaron la Carne y la Sangre y hallaron que eran tejido cardíaco humano. La sangre, de tipo AB, que es la misma de la Sábana Santa de Turín. La Preciosa Sangre tenía la misma proporción proteica que sangre normal y no presentaba conservantes que pudieran evitar que se corrompiera, como sucede con la sangre inmediatamente después de la muerte.
Santo Tomás de Aquino la definió como un “ardiente deseo de recibir a Jesús en el Santo Sacramento y un abrazo amoroso como si se lo hubiera recibido”. A continuación se ofrece un ejemplo de oración para la comunión espiritual:
Jesús mío,
creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento.
Te amo sobre todas las cosas, y deseo recibirte en mi alma.
Ya que en este momento no puedo recibirte sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si te hubiera recibido, te abrazo y me uno todo a Ti.
No permitas que jamás me separe de Ti. Amen.
"Dios vive entre nosotros, en el Santo Sacramento del altar." - San Maximiliano Kolbe
Es otro nombre que se le da a la Eucaristía, que recuerda su primacía por sobre los demás sacramentos. “Se habla también del Santísimo Sacramento porque es el Sacramento de los Sacramentos.” (CIC, 1330)
La adoración es el acto de adorar al Señor, presente en la Santísima Eucaristía. Hay muchas parroquias que tienen días u horarios destinados a la adoración eucarística, cuando los fieles se acercan y destinan una hora para estar con Jesús; una hora a la que suele llamarse “Hora Santa”.
Santa Teresa de Lisieux decía que “no es para quedarse en un copón de oro que Jesús baja todos los días del Cielo, sino para encontrar otro Cielo, el Cielo de nuestra alma en el que se complace”.
"La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración." (CIC, 1380)
No hay oraciones fijas que deban rezarse durante la Adoración. Pueden rezarse oraciones personales, u oraciones tradicionales de la Iglesia como el Santo Rosario. También pueden leerse las Sagradas Escrituras o algún libro espiritual, o simplemente pasar tiempo en silencio con el Señor.